hugo alberto franco primatesta
“Dios quiso que muy joven tuviera el Don de conocer y trabajar junto a Monseñor Primatesta, de él tomé valores fundamentales que marcaron mi vida para siempre. Primatesta fue un hombre riguroso y ejemplar que exigía y a la vez tenía siempre una palabra y un gesto de bondad y compresión. Aprendí mucho cerca suyo, especialmente del orden y el valor de la palabra como de la conducta y del honor, pero también valoré su dedicación y la preocupación por la Cosa Pública y el amor por la Argentina. Entendí que el mejor modo de querer al país es involucrarse en los asuntos públicos aun con los riesgos, los errores y la dedicación casi plena que exige. Esa vocación de servicio de la que lejos estoy de compararme pero que aún persigo la adquirí en una temprana juventud trabajando juntos”.
Primatesta no fue un obispo más, fue además presidente de Conferencia Episcopal Argentina y como tal un hombre activo y comprometido con la vida pública y el destino del país no solo como Pastor de Almas sino también de los asuntos cotidianos que influyen en la vida cotidiana de los fieles, aquí en la Tierra.
Siendo aun un muchacho, Franco fue elegido por el arzobispo de Córdoba como el Apoderado General de la Diócesis de Córdoba para administrar los bienes de la diócesis y organizar la correspondiente “visita ad limina apostolorum” (es la visita que todos los obispos diocesanos deben realizar a templos de San Pedro y San Pablo. El objetivo de la visita no es tan sólo visitar la tumba de los apóstoles sino el de informar al Papa, cada cierto período, el estado de la diócesis que gobiernan.
Dentro de sus tareas pastorales, Monseñor Primatesta tuvo la responsabilidad de organizar la visita de su Santidad el Papa Juan Pablo II a la Argentina (wiki del viaje) en abril de 1987, Franco se encargó de la campaña de difusión del viaje y otros aspectos de la organización y logística de la visita. “Es un recuerdo inolvidable, esas concentraciones multitudinarias fueron únicas y se sentía la vibración por la comunicación que ese hombre entablaba con el pueblos y el pueblo con él. La tarea de esos días fue inagotable, pero el viaje fue un éxito. Es la última vez que un Papa visitó la Argentina y es un recuerdo imborrable”.